Año intenso y de crecer

Todos los años son diferentes, ningún día es igual al anterior, aunque a menudo se parezcan y creamos vivir en un continuo "día de la marmota".
Cada día vivido es una bendición y a menudo una lección.
2018 ha traído consigo una suma de días y meses demasiado diferentes. Intensidad y cambio, experiencias bien traídas que me han hecho crecer, a mí, que soy más de permanecer que de crecer, que temo los cambios aunque llego a acogerlos con valentía y sonrisas, escondiendo las preocupaciones para que no me frenen. Pero ¿crecer? soy más de vivir con la niña interior que nunca se va, la que nunca deberíamos dejar ir; como me dijo alguien este 24 de diciembre "Confiemos en el tiempo que suele dar dulces salidas a amargas dificultades, y sobre todo no perdamos nunca a la niña divertida que llevamos dentro".

Pero esta vez lo de crecer ha sido obligado. La diferencia entre un adulto y un niño básicamente es la suma de experiencias. Todos estamos obligados a ello mientras vivamos, a sumar, madurar, crecer, dar vueltas de perspectiva a la vida, entrar y salir de la zona de confort, asumir cambios.

Este año que acaba de terminar, comenzó con una propuesta de cambio radical, en todos los sentidos, ni siquiera creí que a día de hoy estaría viviendo en este lugar ni con este círculo social ni este trabajo, ni nada similar. Pero la vida te demuestra que no siempre las cosas tienen que ser como planificamos, y que a veces nos rompe los esquemas y nos retuerce las ideas hasta explotar porque no logras comprender, hasta que aceptas, vives y comprendes. Al final llegas a entender que todo ocurre por algo, y que lo que de verdad merece la pena no está tan lejos, que está delante de nuestros ojos, y que no hace falta irse tan lejos para ver lo que tenemos aquí al lado, que si echas todo en una balanza a ojos cerrados el corazón y la intuición sabrán elegir mejor que cualquier razonamiento o planificación.
Después de romper el borrador que creía que resumía mi próximo destino, me tiré del vagón con la vida a cuestas y rehice todo lo bueno que estuve a punto de perder, rumbo hacia lo que la vida me iba a regalar. Y entonces me topé con más lecciones, el resto del mundo seguía avanzando y vi que el tiempo también desgasta y se lleva a la gente que quieres. Por suerte, en el tren de la vida la gente viene, va y permance; la vida es un tren en el que solo tu estás desde el principio al fin del camino pero mientras tanto, de estación a estación te cruzarás con gente, habrá quien se irá enseguida, otras personas aparecerán, algunas volverán a retomar contigo el viaje y unas pocas estarán desde el principio al final.
Y acabé descubriendo la gente que iba permanecer esta vez, la que montaba en mi estación y la que parecía que había bajado y volvía subir. Y sobre todo vi quien luchaba por estar, quien merecía la pena. Recibí buenas noticias, recuperé más incluso de lo que creí que venía a buscar, crecí en todos los sentidos, avancé, aprendí, sumé.

Este año me ha dado más de lo que podría esperar, y eso que iba preparada a asumir cambios y acaparar consecuencias, pero vino más, diferente y mejor. Tuve lecciones y crecimiento a nivel laboral, social, familiar, emocional y mental. El año que se ha ido me ha enseñado lo que de verdad es sentir las emociones a flor de piel, dejarse llevar, ser y estar, no solo parecer. Lo importante de agradecer y de creer en lo que nos merecemos tener, no en el sentido material que poco importa, sino en todo ajeno a los ojos que es lo importante. Que por mucho que estemos en la era de la tecnología visual, lo importante sigue siendo lo que se siente y se vive, no lo que se publica y los demás creen ver.


Gracias al 2018 por todo lo aprendido, por ayudarme a crecer, por ayudarme a ver que el valor de una sonrisa está sobre todo en quien la provoca, por las personas que se fueron, por las que llegaron y sobre todo por las que permanecen.
2019, te acojo con los brazos abiertos, espero que con más o menos intensidad me hagas recordar lo que la vida merece la pena y encontrar una razón para sonreír cada día, como a día de hoy la tengo. 


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