Y si el mundo fuera ciego

Creo que tenemos demasiado sobrevalorado el sentido de la vista. A menudo nos olvidamos de escuchar, de tocar, de oler, de saborear, de sentir desde dentro.

¿Cuándo fue la última vez que escuchaste algo que te removió por dentro? ¿Y la última que un olor te transportó? ¿Con qué frecuencia dejas que se te erice la piel al sentir un roce? ¿Cuántas veces disfrutamos del placer de un sabor?
Sin embargo nos empachamos del sentido de la vista en todo momento, ayer, hace un rato, mañana, en este mismo instante y tres minutos después.

Por si ya veníamos con poco... el recorrido que van fraguando las tecnologías y redes sociales, se centra principalmente en el sentido de la vista (oído también, sí, pero siempre en segundo plano), y eso ayuda a seguir sumando puntos de superficialidad y artificialismo.


El mundo de apariencias no puede ser tan fuerte como para sustituir la realidad y evadirse de lo que de verdad importa.
Es necesario preguntarse de vez en cuando ¿qué vale más?, en el sentido del valor auténtico y no del coste o aspecto visual.


¿Qué tenemos?
"Soy tan pobre que tan sólo tengo dinero", Joaquín Sabina.

¿Cuánto vale el dinero?
Se trata de una moneda de cambio para alcanzar bienes y servicios. A veces olvidamos que en sí mismo no vale nada, es un un mero medio, no un fin.

¿Qué importa lo que ven lo demás?
Una medida, un color, una forma, un nombre, un disfraz ... una serie de valores vacíos que alguien ha impuesto considerando que era "lo más...", "lo mejor visto",  ¿para qué, para quién?

¿Qué es lo que a ti te importa?
Una sonrisa, una caricia, un abrazo, un beso, una palabra de aliento, una persona, un momento... las mejores cosas de la vida son gratis, no las vemos con los ojos, las sentimos por dentro.


Preguntemos a un ciego. Preguntémonos a nosotros mismos. Profundicemos en la oscuridad de la vista, en la luz del resto de nuestros sentidos.


Y si el mundo fuera ciego, ¿cuánto tenemos? ¿con qué nos quedamos? ¿qué es lo que vale?
Lo que de verdad importa...