Recordando viejos escritos

Hace tiempo creé un blog que llevaba el mismo nombre, por circunstancias me olvidé de él y quedó obsolotelo, por eso hoy, con ánimo de recordarlo, quiero abrir este nuevo blog compuesto por las ideas y relatos del ayer y la emoción de escribir y crecer de hoy.
Mi idea es componer este espacio infinito de relatos, historias quizá interesantes para algunos, no tanto para otros, y un poco de psicología y crecimiento personal que además de ser mi pasión, siempre viene bien.

Quiero comenzar reescribiendo un relato de mi antiguo blog un tanto peculiar, pero que como todo guarda una pequeña enseñanza.


LA PUGNA DE LA VIDA:

La vida expone varias batallas ante las que hay que luchar,
Si pugnas como valiente no solo vas a quedar como fuerte,
Sino que tendrás grandes oportunidades de ganar.
Ahora, amigo, lee atento, te contaré una historia que has de recordar:





Caminando por una vía sinuosa muchas cosas encontré. Ande a pasos agigantados sin mirar atrás, y tras largo recorrido dolidos sentí mis pies: rocas escarpadas produjeron ampollas en mis dedos, a duras penas les podía separar, pero a mi pesar seguí el trayecto y sin quererme descalzar, pues hay que estar preparado para lo que pueda pasar. Por entre los andares, a lo lejos creí ver algo que llamó mi atención y me alegré de no haber tirado mis zapatos o haberme sentado a descansar; corrí cual guepardo hasta hallar lo que me había impactado. Mi corazón volteó alegre al observar y sentir el alrededor cubierto de mariposas alegres, flores suaves y coloridas, arboladas sedosas, arco iris cristalino, paraíso infinito... todo era maravilla en un bosque fantasioso, lástima que estuviera sola para no poder expresar el entusiasmo y el fulgor que en ese momento sentía, pero no me importó, ese momento era para mí, iba a disfrutarlo al máximo, ya lo contaría más tarde o gritaría al silencio.
Por el cuerpo me recorrían escalofríos, la piel se me erizó, en la cara se me dibujó una sonrisa, las dulces abejas me pinchaban el cuerpo pero no me daba tiempo a sentirlas, solo veía mariposas que cosquilleaban mi tripa, al tiempo que la hierba me acariciaba los pies cuyo escozor ya no apreciaba, y el perfume de la naturaleza paradisíaca me penetraba por los orificios nasales hasta extasiarme y llevarme a un mundo más allá del que estaba viendo, el sentir era más fuerte que la visión que me pudieran ofrecer los ojos. Cerré los párpados para imaginar, para vivir mi momento con más pasión, me tumbé en el suelo de algodón, verde hierba arenosa que olía a barros y me dejé llevar. Tardé en volver a parpadear por miedo a que acabara el placer que sentía, y cuando miré al frente, solo hallé nocturnidad, luna llena de cristal iluminando mi mundo oscuro entre pequeñas motitas brillantes que no me ayudaban a ver el sendero que iba siguiendo. Ya no había mariposas, flores, hierba, arco iris, algodones... solo frío, regresaba el dolor, recordé la soledad, quería contar mi historia a un alguien inexistente, la tristeza me abrumaba porque había acabado aquella fantasía, no encontraba mi camino, me acechaba el frío y de nuevo el dolor que ahora se había extendido más allá de mis pies. Tiré los zapatos, ya no me servian, y corrí desesperada hacia un lugar invisible entre calles boscosas desconocidas y fantasmas de la noche. Las lágrimas corrían por mis mejillas, necesitaba un abrazo, una luz, un jardín como el anterior, un paraíso extasiante, o alguien que me guiara entre la locura de aquel lugar imaginado y sentido. Tropecé, caí, me volví a levantar. Un fantasma errante me arrancó la poca ropa que me abrigaba del miedo y disimuló su olvido desapareciendo. Ya no me quedaba nada, deseaba volver a ver amanecer, adivinar entre la sombría nocturnidad, ocultarme en mi refugio.
Miré abajo observando mis desnudez, brazos y piernas marcados con heridas y barros, marcas nefastas que me habia regalado el paraíso. Pero ahora daba igual, había disfrutado, me había extasiado, había sentido al máximo; lo único que añoraba eran mis zapatos.
Continué descalza haciendo caso omiso del dolor, contemplando como el cielo gris marengo iba abriendo tonos pardos. Sombras rozaban mi alrededor, me miraban firmes con ojos extraños, esperando una explicación que no podía dar, no debía dar, no sabía dar. Loca aceleré el paso por mi vía, creyendo que el dolor desaparecería al ocultarme.
Empujones, pisotones a mis pies gélidos, llorar dudas, gritar en silencio, no despertar jamás.
Oculta bajo una manta de piedra emponzoñé los ojos hasta crear mares de lágrimas con los que lavar mi cuerpo sucio y demacrado, recordando lo que pasó en el paraíso infinito con una falsa y gozosa sonrisa dibujada en mi rostro, ya desfigurado por la consternación. Sin querer, los párpados cayeron como plomo sobre mis ojos húmedos, recordando que el tiempo pasaba también para mí, aún sin saber seguir la caminata. No quise pensar para que el dolor del alma no se me juntara con el del corazón.

Abrí los ojos y noté un nudo que se ataba fuerte en el estómago subiendo desde ahí a la garganta, pero no podía escupirlo, quería vomitar mi alma dolorida con sabor a azúcar y hiel, pero no era capaz. Pensamiento difuso, descolorido, desconcertante, horas que no lo son, tiempos inciertos. ¿Hay alguien tras de mí? Oigo huellas, vuelvo a ver el sol, puedo hablar aún con nudos que atan mis palabras, alguien me oye, nadie me escucha, pero siento rumores que rumian en mi estómago y desaparecen, me siento bien. Puedo tumbarme tranquila. Ya no hay campo de hierba ni mariposas, pero hay mar de lluvia dulce y salada llena de peces de colores, y un delfín que quiere llevarme con él cabalgando hasta la otra orilla. Aún no sé donde estoy ni donde voy, aún no sé bien quien soy, perdida en mi mundo imaginario tranquilo y encrespado a la vez. Ahora soy quien quiero ser, solo actúo al son del caminar, según lo que voy hallando en el camino.
Lidio con fuerza por salir del mar, el delfín me abandonó por no morir sin respiración salpicando aguas platinas al despedirse, el oleaje en sentido contrario no me ayuda, pero logro tocar la fina arenilla, donde me espera la vía que iba siguiendo. No sé que veo, los rayos del sol me ciegan ahora mismo, pero no me doy por vencida, trotaré, caminaré, nadaré o me arrastraré, pero no moriré sin luchar hasta llegar al camino de luz que me espera.



En la carretera de la vida hay rosas y espinas,
hoy hueles una flor que hasta límites insospechados te extasía,
mañana una roca en los pies te hace heridas,
y quizá pienses que quieres huir,
pero tú siempre para ayudarte has de estar ahí.

No existe jardín, Edén, ni paraíso,
solo está el camino,

que vas forjando al andar,
y según tú le camines, así te resultará.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Barba azul, You"

Reflexiones con Coelho

Elefante Encadenado